La Calidad en busca de la Excelencia |
Hace unos días y de un modo casual pude volver a hojear el
estudio-manual del clásico de Peters y Waterman “En busca de la Excelencia”.
Editado hace más de 20 años en el marco de la “superación” de la competencia
japonesa en el mercado estadounidense sentó las bases de un “nuevo enfoque” en
la gestión empresarial.
Las conclusiones del libro se enmarcan en lo
posteriormente se han conocido como los 8 principios de la Excelencia, cuya
relación directa con las actuales directrices de los Sistemas de Gestión de
Calidad es más que evidente:
1. Orientación a la acción. Basado en
dos aspectos fundamentales: la experimentación y la simplificación se basa en el empleo de
“grupos” ágiles de trabajo (llamados equipos de tarea o “task force”
interdepartamentales (y que recuerdan
mucho a los famosos círculos de calidad inspirados en Ishikawa) con el objetivo de trazar y ejecutar proyectos o
programas rápidos y cortos. Se huye de planificaciones largas y se enfocan las
actuaciones dirigidas bajo los principios rectores de “hazlo, arreglaló e
inténtalo”.
2. Cercanía al cliente. La “obsesión” por el buen servicio
al cliente se convierte en el “Santo Grial” de la excelencia. Se prima
la “escucha activa” de sus necesidades, el estudio de sus opiniones y se priorizan actuaciones a medio y largo
plazo (incluso aunque a corto plazo no sean rentables) teniendo como objetivo
su fidelización. Paralelamente se busca la concienciación de todo el personal
de la organización en este principio convirtiendo al cliente en el centro de la actuación de la empresa. Este concepto se
encuentra totalmente con los Sistemas actuales de Calidad donde la orientación
de los mismos abarca desde la determinación de sus necesidades hasta el
servicio post-venta que se le ofrece.
3. Autonomía y espíritu emprendedor. El fomento de acciones
“autónomas” por parte del personal de una organización es una constante en la
excelencia. Se promociona la realización de “pruebas” y el “replanteo” de
procesos y se “incuban” estas actuaciones con los recursos disponibles de la
entidad (¿innovación?). Por otro lado la Dirección asume los posibles fracasos
desde el punto de vista de que no siempre se acierta y que para evolucionar
hace falta fallar.
4. Productividad a través de la gente. Tremendamente relacionado con
los principios 1 y 3 la excelencia sitúa al individuo como parte fundamental de
la empresa y lo considera como el mayor activo de la misma. La fuerza de los “planes formativos” y la puesta a disposición de los recursos necesarios a
disposición de los trabajadores influye en gran medida en la generación de una
estructura de trabajo adecuada así como al desarrollo profesional y personal de
los trabajadores. La formación interna es
pieza fundamental tanto para que el trabajador “evolucione “en su perfil de
puesto como en la participación de los valores de la entidad por parte de todos
sus integrantes y en la “dirección” del trabajo hacía la satisfacción de sus
clientes.
5. Orientación a los valores. Relacionado de lleno con los
aspectos actuales de la Responsabilidad Social Corporativa, la excelencia
conlleva a una determinación clara de los valores por parte de las empresas y
el planteamiento de políticas y acciones claras dirigidas para que el personal
forme parte y comparta dichos valores y además sean reconocidas por sus
clientes convirtiéndose en seña de identidad de la organización (ver las 7s de McKinsey) y poniendo énfasis en evitar los que Deming denominó "las Siete Enfermedades mortales de la Dirección". Este principio “obliga” a las entidades a
seguir una línea prefijada de antemano de cara a sus propios empleados y a la
sociedad en general “castigando” comercial y socialmente actuaciones no acordes
con la “marca” reflejada.
6. Priorización del negocio principal. La “diversificación” se
considera un “enemigo” de la excelencia. Se busca la focalización de los
esfuerzos y “recursos” de la empresa los cuales deben dirigirse a la línea
central de la entidad. La agilidad defendida en el primer principio se debe
“concentrar” en gran medida en aspectos de las actividades “fuertes” del
negocio (enfoque del Triángulo Estratégico de Kenichi Ohmae). Este suele ser uno de los puntos
más discutidos por los expertos pues en muchas ocasiones la buena y ordenada
“diversificación” de las actividades de la organización ha hecho evolucionar
positivamente a las entidades. Como consultor he visto, y participado, en
buenos ejemplos de ello, siempre con actuaciones bien planificadas y bajo la
premisa de creación de sinergias y apoyos a la actividad principal (el estudio de la llamada Cadena de Valor es muy relevante en este punto), acciones o estudios de los llamados Factores Críticos de Éxito de la empresa pueden ayudar a focalizar esfuerzos.
7. Estructuras simples y personal
justo. La
excelencia huye de organigramas, estructuras y procesos
de trabajo complicado. Defiende un modelo más plano y horizontal las empresas
así como protocolos de trabajo sencillos y con elevada flexibilidad, primando
la reacción rápida de la entidad ante nuevos retos y situaciones y dejando en manos de proveedores serios las actividades no esenciales de la organización (modelo trébol). La
“versatilidad” del personal y su bajo número de efectivos se convierten en
aspectos clave. Esta sistemática otorga
un mayor dinamismo al “estrechar” los pasos para la toma de decisiones y al
“concentrar” en una única persona varios tipos de actuaciones con vistas a
poder ejecutar un mayor número de taras para lo cual es condición indispensable
el buen diseño de los procesos de la empresa.
8. Dirección central con libertad
individual.
Relacionado por completo con el tercer principio conlleva a que la Dirección
actúe como gestor, líder y organizador de la entidad pero que muchas de las decisiones
pasen a ser tomadas a nivel más bajo de la empresa: delegaciones, responsables
de departamento y círculos de mejora. La Dirección determina una serie de
“bloques” de mínimos para el correcto desarrollo de los trabajos (incluyendo el planteamiento de los Objetivos estratégicos) pero otorga
una autonomía elevada a sus “participantes” fomentando el trabajo de los llamados "trabajadores del conocimiento". Las reuniones se convierten en el “eslabón” principal de las entidades
donde se alinean las acciones periódicas emprendidas por los diferentes
participantes en el trabajo de la organización, unificándose y aclarándose (o
adaptándose) criterios de actuación y comprobando y valorando la evolución de
las líneas de trabajo.
Cabe destacar que las empresas excelentes son muy buenas
recogiendo y analizando la información y empleando dicha información para la
resolución de sus problemas con eficiencia y el planteamiento de metas y objetivos (se auna en gran medida la coherencia de su sistema con la agilidad necesaria demanda por el mercado) dando mucha
importancia al factor humano que conforma la organización para lo cual
“celebran” los triunfos conseguidos, alientan el refuerzo positivo evitando
“castigos”, delimitan sistemas sencillos con pocas líneas de orientación,
fomentan la experimentación (incluyendo la búsqueda de los llamados Océanos Azules e incluso acciones que "rompan las reglas") y toleran cierto grado de informalidad.
Desde mi opinión y experiencia es muy curioso como después de tantos años actitudes como
el enfoque hacia el cliente, potenciación del capital humano, desarrollo de
procesos sencillos y eficientes en organizaciones más horizontales y la
determinación de unos valores de empresas reales y compartidos por el personal
continúen siendo la clave que buscan muchas empresas como desarrollo de su cultura empresarial y calidad con el fin de situarse en el
mercado.
“Preocúpate por la
calidad, mucha gente no está preparada para un entorno donde la excelencia es
lo que se espera”.
Steve Jobs. Empresario
estadounidense del sector informático y entretenimiento.
¡Excelente resumen analítico de este tema! Después de 20 años, aún se mantiene vigente
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario Angelhcd, efectivamente mantiene toda su vigencia.
EliminarRecibe un cordial saludo.